A cuenta de un debate abierto en twitter sobre la restauración de la torre de una iglesia, sus pros y contras, y los criterios que se siguen en la ejecución de estas obras, recordé los diferentes proyectos restauradores a los que se ha visto sometida la iglesia de San Bartolomé de Villalba del Alcor.
Conservar y restaurar edificios y monumentos son tareas harto complejas y delicadas. Si bien es cierto que para tales asuntos existen especialistas y profesionales no debemos olvidar que esos mismos edificios que son objeto de restauración han llegado hasta nosotros gracias al interés que nuestros antepasados pusieron en conservarlos.
De ellos y de una de esas medidas, el blanqueo interior de la iglesia de Villalba del Alcor, vamos a hablar hoy.

El aseo de la iglesia de San Bartolomé
En nuestro imaginario conservamos la imagen de ese edificio encalado con su torre coronada por un chapitel barroco. Una imagen muy presente en fotografías y en el recuerdo de quienes ya tienen algunos años a sus espaldas y que, alguna que otra vez, cuentan las anécdotas de aquella restauración que le dio a nuestra iglesia el aspecto que hoy tiene.
La que mejor recuerdo, sin duda, es aquella que hace unos años embadurnó con un engrudo blanquecino el exterior de nuestro edificio más emblemático, recordando aquellos tiempos en que el blanco era el color predominante en la gama cromática de nuestras vidas. Los años y la meteorología fueron haciendo su trabajo y hoy apenas quedan restos de aquella intervención cuyo principal propósito (siempre lo es) fue la conservación del edificio. Creo que nunca supimos, al menos por lo que a mi respecta, si aquel “ensayo” consiguió el propósito que, supongo, tenía previsto.
En cualquier caso, ¿quién no ha rememorado alguna vez esa iglesia blanca, brillante, deslumbrante, tan diferente a la que vemos hoy?
Lo que sí tengo claro es que nuestros antepasados sabían que la mejor manera de conservar y proteger los edificios, fueran cuales fuesen, era mediante el encalado o blanqueado con cal. Y esa es una práctica que hasta hace poco tiempo poníamos en práctica todos, todos nosotros.
A raíz de esta reflexión recordé un episodio de nuestra historia relacionado con este asunto, con la conservación de este espacio tan nuestro y tan especial, la iglesia de San Bartolomé de Villalba del Alcor.
Vamos a ello.
El contrato
Mantener la dignidad y el aspecto pulcro, decente, limpio que requería un lugar sagrado exigía una continua labor de mantenimiento y conservación, y más en un edificio con siglos de antigüedad.
Esa tarea estaba encomendada a la fábrica de la iglesia, un concepto muy amplio que incluye bienes, personas, ingresos, gastos, rentas y, en particular, al mayordomo de ella.
Una labor que no debió ser fácil. La edad de la construcción, las inclemencias del tiempo, la adversidad de los elementos llegaron incluso a obligar el traslado de la parroquia a las ermitas de la Misericordia y de las Reliquias.
Pero vayamos al cogollo de la cuestión.
Estamos en el verano de 1622 y asistimos a la firma de un contrato entre el mayordomo de la fábrica de la iglesia de San Bartolomé y un tal Pedro de Paz, blanqueador vecino de la ciudad de Sevilla en la collación de San Salvador, que estando presente en esta villa de Villalba del Alcor, como principal deudor junto a Juan de Ortega vecino desta dicha villa como su fiador, juntos y de mancomún nos dejan bien claro cuál es el propósito de su presencia en Villalba, que no es otro que habiendo venido a esta villa por orden del licenciado Cristóbal Gómez Roldán, presbítero mayordomo de la fábrica de la iglesia de San Bartolomé desta dicha villa a blanquear la dicha iglesia fuimos de acuerdo y concierto yo y el dicho mayordomo de que hiciese la dicha obra…
Condiciones generales de la obra
Lo primero y más importante es que este Pedro de Paz esta obligado a blanquear la dicha iglesia, todo el cuerpo della y pilares y capilla mayor y arcos y sacristía, de tres manos y en el que fuera necesario de cuatro. La una mano con cal de Sevilla y las demás manos con cal de Morón, que es , sin duda, cal de la mejor calidad y muy apreciada desde época romana. Un material, la cal, que reunía una serie de ventajas que justificaban ampliamente su uso y consumo. De hecho, razones de peso debe haber cuando la UNESCO declaró esta tradición artesanal como patrimonio inmaterial de la humanidad. Hoy lo comprobamos en este texto y por ello, para garantizar la calidad del producto se le exige a nuestro «blanqueaor» entregar testimonio de cómo se trae de Morón la dicha cal.
Otra condición a la que se compromete Pedro es que para blanquear la capilla mayor y bóveda della y nave que dicen de las mujeres (un nombre que desde, al menos, mediados del XVI se viene utilizando para designar esa nave) es necesario andamios los cuales tengo de haber. Es decir, queda bajo su responsabilidad montar el andamiaje para blanquear estos espacios, pero hay un detalle que no corre a su cargo y es que el dicho mayordomo me ha de dar todas las maderas de palos y tablazón y clavos y cordeles y escaleras y lo demás necesario para ello. Pedro lo detalla bien en el contrato: solamente queda a mi cargo la manufactura y traba de los dichos andamios y volverlos a deshacer.
También se compromete a que toda la cal que se ha traído y trujere de Sevilla y Morón para la dicha obra y acarreo dello ha de ser todo a mi costa.
Especificaciones de la obra
Hay otra serie de condiciones específicas que nos dan idea del detalle con el que se concertaban estos contratos. Al mayordomo de la fábrica, por ejemplo, le toca dar cubos y acetres y sogas para sacar agua y llevar los materiales y cal para el dicho blanqueador.
O sobre la obra en sí: que el dicho blanqueado se ha de hacer de suerte que quede fijo y que no se apegue a la gente que se arrimare a las paredes. También se hace referencia a la forma de pago: por ella y durante la ejecución de la obra el dicho mayordomo ha de ser obligado de irme acudiendo con el dinero necesario a cuenta della para pagar a los oficiales y coste y traída de la cal y carpinteros que ayudaren a los andamios y peones que estuvieren en la dicha obra, de manera que por falta de dinero no se deje de hacer. O pagas o no hay trabajo. ¿Os suena lo de ir pagando a cuenta?
Control de calidad
Dediquemos también un espacio al control de calidad del trabajo. Y no es otro que luego que se acabe la dicha obra se ha de dar cuenta della al señor provisor de Sevilla para que su merced mande e venga un maestro, o dos, del dicho arte para que vean la dicha obra, y juzguen y aprecien lo que merece conforme a los capítulos desta escritura, para que lo que los tales maestros juzgaren y apreciaren con juramento ante escribano público… para más justificación del dicho aprecio.
Quien garantiza que el trabajo ha sido realizado correctamente es un profesional del propio gremio, algo habitual en trabajos y encargos de diferente índole y ámbito. Una vez dictada la idoneidad de la obra no hay razones para demorar el pago pendiente y el cierre final, por eso nuestro blanqueador exige se me de y pague luego de contado, y para lo uno y lo otro haya de término ocho días después de acabada la dicha obra. Y si algunos días más se me detuviere sea a cuenta de la dicha fábrica, y se me pague por día lo que los tales maestros me tasaren.
Garantías
Pero para que todo fluya correctamente las cosas hay que hacerlas bien desde el principio. Por esta razón hay ciertas cuestiones que también conviene fijar antes de comenzar con el proyecto. Todo no va a ser cosa de brocha y pincel. Cualquier edificio o construcción, sus paredes, muros, paramentos, bóvedas, pilares y arcos, sufren el paso del tiempo y por eso se hace necesario picar los enfoscados y revocos para poder sanearlos, sustituyendo las zonas deterioradas o añadiendo el material perdido. Algo tan habitual no se deja sin normalizar, a cuenta de lo cual se añade en el texto que para poder hacer bien la obra a de ser obligado el dicho mayordomo de hacer encalar (se refiere a usar cal para tapar y sanear) a costa de la dicha fábrica todo lo descostrado y desencalado y tomado los arcos y bóvedas lo abierto dellos con yeso y cal. Y buscar albañiles que lo hagan. Y todo lo que costare de materiales y manufactura, todo lo ha de pagar el dicho mayordomo por cuenta de la dicha fábrica porque yo no tengo de entrar mi salario en ello ni en más que en la dicha obra de blanqueado. En pocas palabras: cada mochuelo a su olivo.
Finalmente, se especifica que los maestros que vinieren a apreciar la dicha obra de blanqueado se han de pagar por mitad su salario y trabajo de la ocupación que en ello tuvieren.
La firma
Establecidas claramente las condiciones, se procede a la firma del contrato por ambas partes. Pedro y su fiador se obligan de hacer y acabar la dicha obra a contento y satisfacción de los dichos maestros legos de la dicha iglesia, y si así no fuera el dicho mayordomo a nuestra costa busque maestros que la hagan y acaben. Y por parte del mayordomo, en nombre de la fábrica de la iglesia en virtud de la licencia y mandamiento que para la dicha obra proveyó y dio el licenciado Rodrigo Caro, visitador de este arzobispado, comprometiendo los bienes y rentas de la dicha fábrica. l
Y así quedó la contratación del blanqueo de nuestra iglesia se San Bartolomé.
Pero hay algo más…
Consideraciones finales
Hemos dejado para el final de este relato, dos cuestiones importantes. La primera, el porqué se lleva a cabo esta intervención y la segunda saber que interés puede tener esta intervención.
En cuanto a la primera cuestión es claro que este tipo de actuaciones era algo “habitual”. Quiero decir que debía formar parte del «protocolo» periódico que requería el mantenimiento de estos edificios. Estas actuaciones no venían determinadas por decisiones particulares, independientes, de la propia institución local. Cualquier medida de este tipo estaba sometida a la autoridad del arzobispado, tenían que ser tomadas y autorizadas directamente desde Sevilla… o no.
Dentro de los nuevos planteamientos derivados del Concilio de Trento, todavía en fase de estandarización, nos encontramos con la figura de la visita pastoral, un procedimiento institucionalizado que periódicamente se lleva a cabo a lo largo y ancho de la diócesis. Habitualmente es un visitador en representación del arzobispo, un clérigo, el que ejerce esa tarea. Es el encargado de informar al arzobispado del estado y situación de las parroquias correspondientes. Y son estos mismos visitadores los que tienen potestad para tomar ciertas decisiones que consideran adecuadas para el correcto devenir de las parroquias en los diferentes ámbitos formales, pastorales o materiales.
El blanqueo de nuestra iglesia no es más que un mandato, una orden, de uno de estos visitadores y así queda recogido en el mismo documento cuando dice en virtud de la licencia y mandamiento que para la dicha obra proveyó y dio el licenciado Rodrigo Caro visitador de este arzobispado.
Y aquí respondemos a la segunda cuestión que planteábamos. La del interés del documento.
Cuando se hace referencia al visitador, el nombre que aparece es el de Rodrigo Caro, ¿os suena?
Sí, se trata del famoso licenciado Rodrigo Caro, eclesiástico del que sobre todo conocemos su faceta erudita y humanista. A poco tiempo del comienzo de su ministerio como visitador del arzobispado, este entusiasta del pasado realiza una visita por Moguer, Lepe, Huelva, Cartaya y Palos entre los meses de marzo y junio de 1622 y, aunque no está documentalmente constatada, pudo incluir en su visita a nuestro pueblo. Sea esta o no sea esta la visita, sí es cierto que fue él, el licenciado Caro, el que en algún momento estuvo en Villalba realizando su trabajo.
Y siguiendo con esta linea argumental, es muy posible que de esta visita, si no de otras, obtuviera los datos que luego recogería y pasaron a formar parte del contenido de su famosa obra, Chorographia (Sevilla, 1634), referidos a Villalba del Alcor, que son las primeras referencias escritas que tenemos sobre el famoso pedestal y su inscripción romana por todos conocido y conservado en la parroquia de San Bartolomé.
solo en Villalba vi y leí la inscripción siguiente […] Esto contiene la inscripción que está fija en el muro de la iglesia parroquial a la parte del mediodía.
Rodrigo Caro
Conclusión
Hoy nos ha tocado hablar de un pasado que aunque lejano, aun sigue en la memoria de muchos de nosotros. Instantáneas de hoy y de ayer con las que vamos difundiendo esa parte de nuestra historia que nos hace entender un poquito nuestro presente.
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