Observando el retablo de Nuestro Padre Jesús, esa joya que tenemos en la parroquia de San Bartolomé de Villalba del Alcor ejecutada por la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús para colocar a uno de sus titulares, un Nazareno, surgen muchas preguntas relacionadas con las diferentes representaciones de Jesús y su relación entre ellas.

También resulta intrigante la presencia en esta espléndida filigrana de madera de dos personajes tallados en sus laterales. Son las figuras de dos santos que no están ahí de manera casual. No creo que fuera un capricho del escultor ni una elección aleatoria por parte de algún destacado cofrade. Es la perenne constancia de quienes fueron los artífices de lo que hoy veneramos y reconocemos como algo muy nuestro.
Las figuras que aparecen en este retablo representan a dos de los más grandes santos españoles, fundadores además de dos de las mayores y más influyentes órdenes religiosas del mundo cristiano: los Dominicos y los Jesuitas.
Una, la de la izquierda, se corresponde con Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores, los Dominicos, que aparece con todos los atributos propios de su condición. El otro, a la derecha del retablo, San Ignacio de Loyola, el fundador de los Jesuitas, nos presenta el trigrama, ese símbolo universal que representa el Nombre de Jesús como la esencia de Dios mismo y que es el alma de las corporaciones que ese mismo retablo viene a dignificar.
Indice de Contenidos
- El Dulce Nombre de Jesús
- La Iconografía del Dulce Nombre de Jesús
- Vinculación del Nombre de Jesús con la Semana Santa
- ¿Cuál es el origen de la Cofradía del Dulce Nombre de Villalba del Alcor?
- Las celebraciones
- Conclusión
Todo este conjunto se presenta ante nosotros como una imponente escenografía dirigida a resaltar la figura de Jesús, de su humanidad y de su divinidad.
Y ante este espectáculo visual nos preguntamos ¿cómo nace el culto al Niño Jesús?, ¿qué favorece la implantación de este culto?, ¿qué relación existe entre un Jesús Niño y un Nazareno?, ¿cómo se produce esta integración en una misma cofradía?
Muchas preguntas que vamos a intentar responder.
El Dulce Nombre de Jesús
El Jesús Niño es, sin duda, una de nuestras devociones más arraigada, sensible y recurrente.
El Niño representa un modelo de perfección donde cristalizan todas las virtudes cristianas: humildad, inocencia, pureza, obediencia, sumisión… Es, en suma, el camino que debe seguir el cristiano que quiere alcanzar su destino.
Dos espacios de devoción
La práctica devocional al Niño Jesús tiene dos ámbitos en los que este fervor piadoso se manifiesta de diferente manera y con distintas características.
Por un lado el entorno privado. Aquí nos encontramos con una enorme variedad de figuras, representaciones y modelos de Niños Jesús, pequeños, en diferentes poses y actitudes, que se veneran en la intimidad de las casas y en entornos familiares cerrados, en los que estas imágenes ocupan un lugar privilegiado, central, en la esfera espiritual de la familia.
Por otro lado tenemos el ámbito público. Es el más popular y festivo. Vinculado a devociones más antiguas. El culto al Niño Dios aparece en la mayoría de las ocasiones ligado a instituciones que agrupan en su seno diferentes advocaciones y «sensibilidades».
Orígenes del culto al Nombre de Jesús
La configuración, evolución y extensión de la veneración al Nombre de Dios está estrechamente vinculada a la historia de dos grandes órdenes religiosas que comparten su origen español. Por eso, no es descabellado considerar estas prácticas piadosas como algo muy nuestro, relacionadas con los rituales de muchas de nuestras cofradías, tradiciones y costumbres tanto en lo público como en lo privado.
Comencemos por el principio…
Los dominicos
La identificación del nombre de Jesús con el mismo Jesús (Jesucristo) se inspira en el apóstol San Pablo que en una de sus cartas (un texto que para muchos nos resulta familiar ya que recientemente lo hemos leído/oído) dice:
al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre…
El nombre de Jesús es el nombre de Dios mismo y su nombre, para el estamento eclesiástico de finales del siglo XIII, debía ser protegido y preservado frente a una sociedad donde la blasfemia se había generalizado, considerándose un pecado que fue perseguido y castigado a lo largo de los siglos siguientes.
Ante esta situación, la máxima autoridad de los cristianos, el Papa, encomienda a los dominicos (la Orden de Predicadores) la salvaguarda de este precepto.

Los padres predicadores comenzaron entonces a celebrar procesiones en sus conventos los primeros domingos del mes festejando la divinidad del Nombre de Jesús.
Pero no fue hasta principios del siglo XV cuando una de estas procesiones traspasó los muros de un convento y salió a la calle, se mezcló con el pueblo y dio lugar al nacimiento de la primera cofradía del Dulce Nombre. De Portugal, desde donde arrancó todo, este culto ya popularizado pasó rápidamente a España y muy pronto se fundó la primera corporación española, concretamente en Burgos.
En una sociedad donde las devociones, los cultos y la influencia y «competencia» de las distintas órdenes religiosas era algo habitual, los dominicos no tardaron mucho en normalizar y regular esta nueva agrupación seglar recién nacida. Además, la orden dominicana se aseguraba así la exclusividad y el control de este nuevo tipo/modelo de hermandad y cofradía.
Una prueba de ese poder quedó de manifiesto cuando los jesuitas, a mediados del siglo XVI, quisieron fundar una cofradía bajo esta advocación. Al intentarlo, se encontraron con la férrea oposición de los dominicos que basaban su contrariedad en la estrecha vinculación de estas instituciones con su orden y la sujeción a unas reglamentaciones redactadas ad hoc, a la medida de la orden de predicadores.
Para cerrar el asunto y dejar las cosas claras y bien definidas, los dominicos obtuvieron del Papa una bula en 1564 (¡cuanto dio de sí el Concilio de Trento!) que reconocía la estrecha vinculación de estas cofradías del Nombre de Dios con la orden dominicana. Se convierten en herramientas que podrían resultar muy eficaces para contrarrestar y hacer frente a la progresiva influencia protestante, concediéndoles además a estas incipientes corporaciones algunas indulgencias que ratificaban la importancia que se depositaba en ellas y en sus promotores, protectores y padrinos, los dominicos.
Desde ese momento, a partir, del ultimo cuarto del siglo XVI, casi todas las cofradías fundadas se deben a estos frailes, llegando incluso, finalizando ya el siglo, a fijar el cómo y el qué de las nuevas fundaciones, reglamentando todos los asuntos y competencias de las nuevas cofradías que se crearan, reservándose el derecho de confirmar estas fundaciones y poniéndolas bajo su «custodia». Se fortalece y se estrecha así la relación entre las cofradías del Nombre de Dios y la Orden Dominicana.
Una vinculación que es evidente en el caso de la cofradía de Villalba del Alcor cuando a mediados del XVIII esta hermandad del Dulce Nombre se incorpora con la del Dulce Nombre de Jesús del convento dominico sevillano de San Pablo, recibiendo así todas las indulgencias y gracias concedidas a la Cofradía Matriz o Archicofradía instituida en la basílica de Santa María Sopra Minerva de Roma, sede de la curia de la Orden y referente para el resto de tales cofradías.
Aparecen los jesuitas
En los primeros momentos de su fundación (la Compañía), la exaltación de Cristo, de su Nombre, como elemento y símbolo fundamental, en contraposición a la Reforma que se extiende por Europa, adquiere un protagonismo extraordinario.
En esta confrontación los jesuitas adquieren un papel trascendental. Los seguidores de Ignacio se «apropian» el anagrama, o trigrama, con el que es conocida esta orden y con el que se identifican, el IHS (cuyos antecedentes se remontan al franciscano San Bernardino de Siena), incorporando la figura de Jesús en la representación de los Nazarenos, ese Jesús Penitente cargado con la Cruz, como imagen inspiradora del ser y del alma de la Compañía.

Grandes comunicadores, los jesuitas difundieron este «símbolo», identificándolo como algo suyo, de su propiedad, intrínseco a la orden misma, convirtiéndolo en la expresión simbólica más extendida y conocida del Salvador.
La tradición dominicana y el empuje jesuita crean las condiciones perfectas para que se produzca la simbiosis entre ambas propuestas, dando lugar a estas nuevas fundaciones religiosas que se intitulan del Dulce Nombre y que unifican ambas devociones a través de una dualidad de imágenes, la del Niño Jesús y la de Jesús Nazareno, integrando en una misma corporación la adoración y exaltación de Jesús, de su nombre, y el misterio de la Pasión de Nuestro Señor.
Es curioso como solo unos años después de la finalización del retablo de Nuestro Padre Jesús, una de las órdenes a las que se les muestra especial respeto al incorporar en el mismo la imagen de su fundador, San Ignacio, fue expulsada de nuestro país y suprimida por el Papa durante 40 años.
La Iconografía del Dulce Nombre de Jesús
Uno de los aspectos más «curiosos» que rodean la veneración a la figura de Jesús Niño es su propia representación iconográfica.
Si originariamente, en sus inicios, no se hicieron imágenes que representaban al Dios Niño, (se utilizaron los ya mencionados trigramas IHS), ni las primeras cofradías dispusieron de ningún tipo de representación ni de imágenes definidas, con el tiempo, fueron, una vez más, los dominicos los que impusieron la representación iconográfica y la imagen que hoy conocemos y que es objeto de nuestras devociones: la figura del Niño Jesús en actitud de bendecir, a una edad que se correspondería con la que tenía el día de su circuncisión, en actitud triunfante sobre el pecado y la muerte.
Es una imagen ya por todos conocida que en esos momentos viene a confirmar y reforzar la tendencia y el camino escogido para representar la humanidad de Jesucristo, en este caso con referencia a su infancia, dentro de los parámetros ya conocidos de los años postridentinos.
Vinculación del Nombre de Jesús con la Semana Santa
Este es uno de los aspecto menos conocidos de nuestras tradiciones. Asumimos como algo natural la existencia de cofradías que aúnan al Niño Dios triunfante con un Jesús Penitente, sin pararnos a pensar qué relación tiene este Dulce Nombre de Jesús con el Nazareno con la cruz a cuesta y con la Semana Santa.
Intentaré explicarlo.
Según la tradición cristiana medieval, Cristo adquirió su naturaleza humana a través de la circuncisión. Este momento descrito en el Evangelio de Lucas es el primero de los cinco en los que, a lo largo de su vida, Jesús derramó su sangre por nosotros.
De esos cinco momentos relacionados con el derramamiento de su sangre, los otros cuatro restantes se produjeron durante el periodo de la Pasión. Es decir, que para esa sociedad medieval la circuncisión fue un adelanto, el preámbulo de lo que sucedería después. Con lo cual la festividad del Dulce Nombre y todo lo relacionado con ella se conectó indisolublemente con el momento cumbre del calendario litúrgico de los cristianos: la Semana Santa y todo el significado que tiene para los creyentes.
Ya sabemos lo que vino después: la Contrarreforma. El espíritu del Barroco agitó conciencias, transformo la espiritualidad y modificó las prácticas devocionales que hasta entonces se habían seguido. La religiosidad popular se fue transformando hacía nuevas formas de representación de la Pasión del Señor.
Los misterios pasionistas adquirieron en ese siglo (XVI) una nueva dimensión. En muchos lugares esa representación de Jesús Niño, la veneración del Dulce Nombre, se mezcla con las representaciones iconográficas de Jesús Nazareno que se erigen como nuevos y poderosos focos de atracción del fervor popular.
En esos primeros momentos no era extraño que las cofradías del Dulce Nombre «incorporasen» junto a las imágenes de Jesús Niño otras de Jesús Nazareno, algo que, al fin y al cabo, facilitaba la transmisión del mensaje con mucha mayor eficacia.
Esta integración se hace evidente en tanto en cuanto las cofradías nazarenas mantienen como elemento central y eje de sus constituciones la figura y el culto al Dulce Nombre de Jesús.
¿Cuál es el origen de la Cofradía del Dulce Nombre de Villalba del Alcor?
La pregunta que todos nos hacemos es si tuvieron algo que ver los dominicos con la fundación de la cofradía villalbera. No exactamente.
Lo que SÍ sabemos es que el Arzobispo de Sevilla (a cuya diócesis pertenecía Villalba del Alcor), Cristóbal de Rojas y Sandoval, en 1572, dictó unas constituciones generales acerca de estas cofradías del Dulce Nombre con el fin de impulsar las fundaciones de estas corporaciones en las parroquias de la archidiócesis.
Fueron muchas las que se fundaron en estos años y una de ellas debió ser la de Villalba. En nuestro caso no debió ser una fundación con una normativa sujeta a los preceptos que regían a las que nacían al amparo de los conventos dominicos (no había ninguno en Villalba) y por tanto sus estatutos estarían más en la línea de aquellas corporaciones y cofradías de carácter diocesano.
Así se dirigía el Arzobispo a los beneficiados, curas y clérigos de las diferentes parroquias.
Bien sabéis y os es notorio lo mucho que nuestro Señor es ofendido con la mala costumbre de jurar que muchos de los fieles tienen…
E aunque os ha sido mandado tuviésedes cuidado de lo reprender y corregir e por nos ha sido hecho, todavía no se ha conseguido enteramente el fin que deseamos. Y para que mejor se consiga vos mandamos que cada uno de vos en vuestras iglesias ordenéis una cofradía del Nombre Sanctísimo de Iesus, conforme a la ordenación y capítulos infraescriptos, por nos vistos, ordenados y aprobados, publicándolos en vuestras iglesias en días de domingos y fiestas de guardar, persuadiendo a vuestros feligreses e parroquianos ninguno deje de entrar y ser cofrade desta santa cofradía.

Cuando considero que es poco después de la promulgación de estas disposiciones cuando se funda la Cofradía del Dulce Nombre en Villlaba lo hago a partir de unos datos que pueden resultar esclarecedores en este sentido. Me refiero a que unos años después, en las informaciones y autos que se siguen para establecer el orden de preferencia en la procesión del Corpus entre la del Dulce Nombre y la Soledad hay un testigo que, refiriéndose a la antigüedad de la primera, declara como…
se trajo a esta villa la capitulación de ella, el mandamiento del Ilustrísimo y Reverendísimo Arzobispo de Sevilla para declarar e publicar las gracias concedida a la dicha cofradía, el cual se leyó e publicó en la iglesia della un día de fiesta…
No tenemos certeza de nada. No hay documentos que avalen esta hipótesis. Todo se reduce a «pruebas circunstanciales» que pueden aportar un poco de luz a los orígenes de nuestra antigua y querida cofradía.
Las celebraciones
De acuerdo con la importancia que la Iglesia le da a este nueva devoción, se comienza a celebrar su festividad, el Nombre de Dios, los primeros días de enero. Una festividad que vio reforzada la importancia de ese día con la celebración de la festividad de la Circuncisión y de una segunda celebración correspondiente a la Presentación en el Templo.
Con el tiempo y ya integrados los Nazarenos en las cofradías del Dulce Nombre de Jesús, las celebraciones y festividades se amplían y serán dos los ciclos festivos de estas corporaciones, cada uno de ellos relacionado con los dos grandes momentos del calendario litúrgico.
En el primer momento, como queda dicho, las celebraciones se circunscriben al periodo navideño y así se recoge en las primeras normativas generales nacidas al amparo de las autoridades eclesiásticas del momento, en este caso del Arzobispado de Sevilla en 1572, que recogen el carácter de esta festividad cuando…
se ordena que el día de la Circuncisión en cada iglesia donde estuviere asentada la dicha cofradía celebren la fiesta del Nombre Santísimo de Jesús, diciendo misa cantada y teniendo sermón…
Así se ordenó y así se cumplió en Villalba del Alcor, tal cual se manifiesta en las misas cantadas que a principios del siglo XVIII se celebran el Día del Santo Nombre de Jesús, o los cohetes que se tiran con motivo de la Fiesta de la Circuncisión y de su correspondiente procesión (*en 1774 se compró en Sevilla un Niño Jesús para la procesión y Fiesta de la Circuncisión*).
No se trata de festividades menores como demuestra el esmero que puso en ellas la cofradía villalbera y el esfuerzo económico que hizo durante mucho tiempo para traer un cura de fuera para que pronunciase el Sermón de Jesús ese primer día del año.
El segundo gran momento se corresponde con la Semana Santa que fue, finalmente, el periodo en el que se concentran las grandes celebraciones y que culminan con la salida procesional de Jesús Nazareno la tarde del Jueves Santo.
Finalmente, desde hace unos años, la fiesta del Dulce Nombre de Jesús quedó fijada el día 3 de enero.
Una tradición y una expresión de la devoción popular que nos ha llegado hasta hoy, Y por ella debemos velar como parte de nuestro patrimonio material, festivo y espiritual.
Conclusión
Una hermandad, esta cofradía villalbera del Dulce Nombre que es también, y sobre todo, Nazarena.
El Nazareno, representa la simbiosis perfecta entre lo humano y lo divino, es el máximo exponente de la síntesis de la espiritualidad católica, de nuestras creencias y convicciones cristianas.
Como Nazareno se hace humano, como Jesús se identifica con la esencia de Dios, se convierte en Redentor y Salvador del Hombre, como Padre se transmuta en el mismo Dios y como Nuestro se transforma en parte de nuestra propia existencia, cercano, intimo y ligado a la trascendencia de un vínculo que nos convierte en Hijos de Dios.
Esa es la grandeza de esta imagen que para muchos de nosotros representa el mayor y más preciado «regalo» que se nos ha hecho.
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