Con el descubrimiento de América fueron muchos los españoles que cruzaron el océano para emprender una nueva vida. Entre ellos no faltaron los naturales de Villalba del Alcor. Hoy vamos a conocer a otro, uno más, de estos villalberos en América. Se trata de un clérigo, sí, de nuevo otro clérigo más, que a mediados del siglo XVI decidió emprender una nueva vida lejos de su lugar de nacimiento. Emigró, pero no se olvidó de su pueblo, del lugar que conoció y donde pasó gran parte de su vida.
Emigrantes a América
Pasar a las Indias no era fácil. La corona española ejerció un férreo control sobre el tráfico de mercancías y personas entre España y América. Tal fue así que la emigración a estos nuevos territorios se podría decir que fue muy “selectiva”. Y la encargada de controlar y seleccionar este tráfico era la Casa de Contratación sevillana.
El clero no estuvo exento de este control, sobre todo por que se consideraba que su papel era más importante que el propio uso de las armas. Por esta razón el nivel de exigencia que se les demandaba a los religiosos en cuestiones relacionadas con la virtud y la moralidad era muy elevado.
Un villalbero en América
Hemos pasado el ecuador del siglo XVI y los requisitos que se les exige al clero para dar el salto se endurecen con el requerimiento de garantías que justifiquen el traslado a las nuevas tierras
Concretamente, estamos en abril de 1559, y nuestro paisano,
el bachiller Rodrigo Prieto, presbítero de la diócesis de Sevilla, natural de Villalba del Alcor (…) clérigo cura de la iglesia desta dicha villa.
posiblemente, movido, inspirado o empujado por ese “espíritu misionero”, por
servir a Nuestro Señor y emplearse en la conversión de los indios quiere pasar a las provincias del Perú.
Ya hemos dicho que no era fácil, ni conseguir la licencia para ir, ni establecerse en esta nueva tierra. Había mucho de incertidumbre y riesgo. Lo mejor era reducir estos riesgos y en la “solicitud “ para pasar a estas tierras, nuestro antiguo convecino al hacer su petición alega
que concurriendo en su persona las cualidades necesarias le haga merced de dignidad o otra prebenda en la dicha provincia o en la de Chile para que pueda mejor servir a Nuestro Señor.
Para apoyar tal demanda y solicitud adjunta un informe donde una serie de testigos confirman su identidad y las de sus antepasados.
si son cristianos viejos de limpia sangre y generación, sin mixtura de judíos ni moros, antes muy buenos cristianos limpios de toda mácula (…) no fueron penitenciados ni presos del Santo Oficio.
Y con estas pruebas, suficientes para obtener la licencia y pasar a las Indias, se suplican otras demandas y peticiones,sujetas a este permiso, como que
se le haga merced de una recomendación para el Arzobispo de los Reyes y para los obispos del Cuzco y de las Charcas, para que conforme a los méritos de su persona le provean de algún beneficio y servicio en que pueda servir a Nuestro Señor y emplearse en la conversión de los naturales de aquella parte.
Además, pide
que le de licencia para pasar consigo un paje que ha estado en su compañía, que se llama Juan, que es natural de la villa de Villalba, y es de edad de quince años.
Y, finalmente, suplica que
le haga merced del almojarifazgo (que lo exima de este impuesto de aduanas) de lo que llevará para el servicio de su persona y casa hasta en cantidad de 300 ducados.
La herencia de un villalbero en América
Finalmente, Rodrigo consiguió pasar a las Indias y allí permaneció hasta su muerte. Y como era habitual, no olvidó la tierra donde pasó media vida.
Antes de morir hizo testamento. Corría el año 1578, y enfermo del cuerpo y sano de la voluntad y en mi buen juicio y entendimiento hizo testamento viendo que llegaba la hora de su muerte (1).
Quiso que se le enterrase en la iglesia mayor de esta ciudad de los Reyes pero lo más importante es que, además de ciertas cantidades que dejó a los hospitales de indios y españoles de esta ciudad es que nombró por sus universales herederas de sus bienes a las hijas legítimas de Diego García Calero, mi hermano. Dejando como albaceas en lo que toca cumplir en los reinos de Castilla a su hermano y al bachiller Pedro Franco (otro presbítero de Villalba).
Y no menos interesante fue que
ratifico y apruebo la capellanía que tengo hecha e instituida en la iglesia del señor San Bartolomé de la villa de Villalba del Alcor según y como lo tengo ordenado por la escritura que tengo hecha ante el presente escribano público en siete de febrero deste año, la cual quiero que se guarde y cumpla u ejecute en todo y por todo como en ella se contiene.
Una capellanía que aparece constantemente en la documentación durante los siglos posteriores y que fue objeto de diversas disputas a lo largo de estos siglos.
Remate y consideración final
Dos años después, en 1580 llegó a la Casa de Contratación de Sevilla una partida de 400 pesos de plata corriente para ser entregados a Isabel Hernández y Águeda de Alcocer, hermanas y herederas del padre Rodrigo Prieto. Lo habitual en estos casos era emprender investigaciones y averiguaciones por parte de esta institución indiana para autentificar los datos y proceder como correspondía.
Se trata de un un capital reducido comparado con la media de capitales repatriados durante esa segunda mitad de siglo que se sitúa por encima de los 1.000 pesos. A eso hay que añadirle que tras los mercaderes, el grupo de formado por los eclesiásticos era el más «rico», con más de 6.000 pesos de capital (2).
Por un lado, hablamos de una cantidad pequeña si la tratamos de manera relativa, que se convierte en importante si la consideramos de manera absoluta, ya que en esta tierras andaluzas podía resolver la vida de una familia.
Por otro lado, desconocemos la cantidad que nuestro presbítero destinó para la fundación de la capellanía, aunque debió de ser cuantiosa por las disputas posteriores que ya hemos comentado.
También hay que restar de su patrimonio las cantidades consignadas para misas, hospitales, cofradías, cantidades específicas a otros sobrinos, las deudas que tiene pendientes de cobrar (de servir una capellanía le deben 1.000 pesos) y la curiosa renuncia a un dinero que podría haber recibido de la venta de sus esclavos ya que los cede en lugar de venderlos:
Francisco, negro natural, mi esclavo, sirva todos los días de su vida al colegio del Nombre de Jesús de esta ciudad…
Polonia, negra, mis esclava natural, sirva al hospital de los indios de esta ciudad tiempo de seis años y después que los haya servido mis albaceas le otorguen su carta de horro (de libertad)…
Que Juan, negrito de edad de cuatro años y Domingo, niño de un año, hijos de la dicha Polonia, sirvan todos los días de su vida al colegio del Nombre de Jesús de esta ciudad.
Finalmente, nos queda la duda si sus familiares llegaron a recibir este legado, eran tiempos de necesidad y la confiscación de estos bienes de difuntos no era algo excepcional.
Otro día contaremos la historia de otro villalbero «indiano» con una vida ciertamente «movida», que a finales del XVI fue, volvió y regresó a América y entre tantas idas y venidas… pasaron cosas.
Y hasta aquí este relato. Parecida historia, casi con todo seguridad, se repetirá unos años después con otro protagonista. Un personaje de mayor calado cuya herencia en este caso tendrá mayor repercusión en nuestro pueblo, hablamos del licenciado García Jiménez Franco.
Pues nada, hasta el lunes que nos leemos con más y mejor.
(1) Los capitales de emigrantes que no tenían herederos en aquellas tierras, el clero, por ejemplo, los repatriaba la Corona para entregárselos a sus legítimos herederos, son los denominados «Bienes de Difuntos».
(2 ) Un caballo a finales de siglo se podía adquirir en Perú por unos cien pesos de plata corriente.