Concluimos hoy esta serie de capítulos que han tenido como eje principal la evolución histórica de la hermandad de la Virgen del Carmen a lo largo de los dos últimos siglos. Han sido unos breves apuntes para tener una imagen, casi desenfocada, de la compleja, intensa y «sufrida», pero siempre interesante, historia de esta institución.
Como ya comentamos en un artículo anterior, la fiesta del Carmen está unida al crecimiento, retroceso, enriquecimiento, empobrecimiento, auge y decadencia de la misma hermandad, independientemente de la devoción y el fervor popular. Por eso podemos indicar como fecha clave en su desarrollo histórico el año 1893. A partir de ese año comienza una nueva etapa de la hermandad de la Virgen del Carmen tras su aprobación el día 9 de agosto de ese año.
Desde ese instante podemos señalar algunas actuaciones llevadas a cabo a lo largo de los años siguientes. A partir de entonces se regula la celebración de, al menos, dos juntas anuales, una preparatoria de la función anual y otra de aprobación de cuentas, cosa que pocas veces se cumple, reduciéndose a una reunión anual en la mayoría de los casos.
Una de las primeras decisiones que toma la renacida hermandad, ya entrado el año 1894, es jubilar, por su avanzada edad, a la camarista que venía ejerciendo este cargo y sustituirla por Dña. María del Carmen Espina y Soldán y Dña. María de Cepeda y Córdoba. Deciden también asignarle al muñidor Joaquín Ponce Castizo (Joaquinito el muñidor) una cantidad por las tareas que desempeña, entre ellas el diez por ciento de la cobranza de hermanos. También se procede a efectuar el inventario de todos los objetos pertenecientes a esta hermandad. En agosto de ese mismo año la junta se reúne otra vez y en sus acuerdos se plasma una de las constantes que regirá a lo largo de los años su gestión: celebrar la función que anualmente debe efectuarse el último domingo del presente mes con toda la solemnidad que diera lugar los fondos de esta corporación.
Hay también situaciones ciertamente curiosas en esta nueva etapa de la hermandad de la Virgen del Carmen. Nos referimos al asunto que se recoge en la reunión celebrada en octubre de 1894 (la tercera reunión de un año de reajustes y renovación) en la que se expone que al hacerse cargo de los objetos y alhajas que corresponden a la hermandad tuvo conocimiento (el Hermano Mayor) de haber sido extraviado un sobrebroche de plata filigranado perteneciente a la capa o manto de Nuestra Señora y un collar y zarcillos de piedra francesa. Preguntado al presbítero, Don Francisco de Paula Zambrano y Salas por haberle estado algún tiempo encomendado la custodia de estos objetos y otros de la hermandad manifestó no recordar cual pudiera ser su paradero y seguidamente ofreció restituirlos de su cuenta tan pronto como le fuera posible. Un compromiso que no olvidó y que cumplió dos años después, concretamente en 1896. Como se recoge en las actas, este presbítero ha hecho entrega de un sobrebroche de medio oro con piedra francesa y un par de zarcillos de metal blanco con igual piedra.
Un año después, en julio de 1895, tiene lugar una junta extraordinaria, previa a la que suele celebrarse en el mes de agosto para preparar la función anual, para tratar un tema económico: la hermandad no cuenta con fondos para esta celebración. Como suele suceder, hay diversas opiniones y posturas, una de ellas cree que debía efectuarse con arreglo a los fondos que puedan recaudarse de las cuotas y otra que piensa que de llevarse a efecto la dicha función debe hacerse con el esplendor y solemnidad de los años anteriores si para ello están propicios los señores de la corporación contribuir con mayor cuota de la que tienen señaladas o en otro caso suprimirla por este año. La mayoría acaba apoyando la segunda propuesta. Ese año, la hermandad tuvo unos ingresos de 1.122,50 pesetas y unos gastos de 1.009,12 pesetas, completando un buen año. Sin embargo, la falta de financiación es un problema que sigue poniendo en peligro la celebración de esta fiesta. Una de las propuestas que sugiere el hermano mayor refiere que teniendo en cuenta la falta de fondos con que se cuenta propuso ceder por término de tres años la suerte de tierra sitio (…) de seis fanegas gratuitamente si todos los señores diputados convenían hacer las labores que fueren necesarias. Los miembros de la junta se comprometen a hacer los gastos de labores ya fuere con sus yuntas o con la parte alícuota que les corresponde. Esta propuesta se inscribe dentro de la actividad económica habitual de las hermandades de obtener beneficios a través del cultivo de tierras propias o arrendadas, destinando su beneficio a diferentes fines (sin tocar a las existencias de trigo y cebada que la hermandad tiene con objeto de comprar algunos faroles y otros enseres. 15 de agosto de 1879).
En la junta que se celebra el 2 de agoto de 1896 se desvela un hecho inusual hasta entonces: la vinculación entre la hermandad y el ayuntamiento en el terreno económico. Se comunica a los presentes que ha consignado el ayuntamiento actual en su presupuesto una cantidad de alguna consideración con destino a la función de la Santísima Virgen.
Hay años en los que la reunión de la junta, que por disposición reglamentaria debe celebrarse el primer domingo de agosto, se pospone por motivos de peso. Es el caso de la celebrada casi a finales de agosto de 1897, una fecha tardía que se explica porque existe una proposición que han hecho dos fieles devotos para costear la función a la Santísima Virgen. Se acepta la propuesta y se decide que a éstos, en nombre de la Santísima Virgen se dé un ”voto de gracia” (1).
Hasta principios del siglo XX los diputados se reúnen en el lugar de costumbre, el compás del convento (portería del convento). A partir de 1910, su lugar de reunión habitual comienza a ser la sacristía de la iglesia parroquial de San Bartolomé.
En 1903, se nombra muñidor-cobrador de la hermandad a Don Emigdio del Toro Calero para sustituir al inolvidable Joaquín Ponce.
Y era habitual que el hermano mayor supliera el déficit en las cuentas de la hermandad de un año para otro con el fin de que se nivelen los ingresos con los gastos. En el año 1901, el hermano mayor tuvo que cubrir el 35% del gasto, una cantidad nada despreciable. Aunque llegó un momento en que hubo que tomar algunas medidas que paliaran la habitual falta de medios para allegar fondos a esta hermandad, necesitada más cada día. Una de estas medidas se tomó en 1908 cuando la corporación decide ampliar el número de diputados hasta diecisiete en vez de quince como dispone el reglamento (…) como medio de aumentar algo los ingresos.
Siempre hemos creído que la fiesta del Carmen es la gran fiesta de los más jóvenes, al menos en lo que de ella conocemos por nuestra propia experiencia, ya sea por celebrarse en un tiempo vacacional, por su agradable climatología, por ser un tiempo socialmente intenso, o por su carga devocional. Esa percepción ya la experimentan en 1910 cuando se toman medidas relativas al desarrollo de la parte pública de la celebración, al constatarse una situación poco decorosa cuando se dice que en la procesión de la Santísima Virgen no reina todo el orden y recogimiento que pudiera desearse por ser niños la mayor parte de los que llevan los cirios, por esto, se propone que éstos los lleven los señores diputados y hermanos pues solo de este modo se podrá conseguir lo que el señor presidente se propone, o sea, que se vea en la procesión de Nuestra Señora del Carmen el mayor esplendor posible. Y así se acordó.
Y seguimos manteniendo la tesis que la fiesta del Carmen es una fiesta muy “juvenil”, al menos desde hace un siglo. Entre los acuerdos a los que se llega en el año 1916 hay uno especialmente revelador en este sentido: se propone se dé un voto de gracia a los jóvenes de esta localidad que dieron la función de teatro a beneficio de la Santísima Virgen, haciéndose constar los nombres de los participantes, a saber: señoritas Tiburcia Espadero Cumbrera, Rosa Daza Calero, Mercedes Domínguez Beltrán, Manuela García Calero, Ana Galán Daza, Isabel Jiménez Cepeda, María Rodríguez Salas y Carmen Rodríguez Zambrano. Señores, don Ignacio y don Felipe Espina Cepeda, D, Justo Sancho Miñano, D. Antonio Domínguez Beltrán, D. Jesús Cepeda y Díaz, D Genaro Díaz Cacho y D. José Galán Daza. Muchos de nosotros hemos tenido la suerte de conocer esa faceta de la fiesta.
El año 1923 se firma la última acta conservada de esta etapa porque la siguiente, que se tenga constancia, no se documenta hasta el 22 de mayo de 1938 y si por algo destaca es porque en ella se recoge que Don José, Don Felipe y Don Ignacio Espina de Cepeda condolidos por la desaparición de la Virgen han hecho donación espontánea de otra hermosísima imagen de gran valor escultural que será colocada en su lugar y que fue bendecida el último sábado de agosto previa a la procesión desde el convento a la iglesia (2).
(1) El voto de gracia es el reconocimiento público que se concede para agradecer acciones o iniciativas que se consideren que han reportado un gran un beneficio a la hermandad.
(2) Sobre esta imagen poco podemos decir, así aparece en los documentos. La actual imagen que procesiona es obra de Antonio Illanes, realizada en 1953.