La celebración de la fiesta del Carmen es hoy una de las citas festivo-religiosas más emotivas y populares del calendario anual de Villalba del Alcor. Un festejo que tiene como elemento central y más importante la procesión de la Virgen. Su organización, financiación y ordenación ha estado, desde tiempo inmemorial, a cargo de la hermandad de la Virgen del Carmen. Sin entrar en profundidad continuaremos describiendo en estas entregas algunas situaciones y detalles de interés a lo largo de casi un siglo, de los años que van desde mediados del siglo XIX a mediados (casi) del XX.
Con los antecedentes de la invasión francesa y la desamortización eclesiástica, durante los años posteriores se suceden los intentos por revitalizar la hermandad, incluso se intenta retomar el culto en la antigua iglesia del convento del Altillo en los años en los que se está procediendo a la subasta pública de estos edificios religiosos (1).
Andando los años, la mitad de siglo marca el comienzo de dos nuevas etapas que coinciden con la reorganización de la hermandad y la incorporación y/o reforma de sus reglamentos. Nos situamos en el año 1858 porque es en este año cuando arranca una nueva etapa en el largo ciclo histórico de esta institución. Es en ese año cuando un grupo de vecinos se reúne con el único fin de promover su mayor honra y gloria, comprometiéndose de un modo singular y con celo santo al restablecimiento de la Santa Confraternidad y Hermandad del Santo Escapulario del Carmen. Entre las nuevas normas que van a ordenar el funcionamiento de la hermandad se establece, por ejemplo, que el cargo de hermano mayor sea de tres años y que el número de diputados ha de ser diez cuando menos, y que de este número en adelante se pueda admitir para tal cargo el que la misma diputación determine. Asimismo, se establece la cuota con la que debían contribuir al sostenimiento de la hermandad, una cantidad nada despreciable: 60 reales. Cantidad que podía incrementarse en circunstancias especiales. Con estas condiciones es fácil determinar que estos cargos estaban reservados a quienes podían permitírselo económicamente, es decir el grupo más “pudiente” de la localidad. Fijaron incluso la baja de los hermanos morosos, los que no pagaban la limosna anual, estableciéndola en tres años. También se determina que la función sea el domingo anterior al día 15 de agosto de cada año. Desde 1858 hasta 1886 este órgano de gobierno se reúne en 15 ocasiones, fundamentalmente para aprobar las bajas y altas de nuevos diputados o algún nombramiento (2).
De las actas de junio de 1872 se desprende que son tiempos difíciles para la hermandad. En ese contexto se decide que el nuevo hermano mayor desempeñe el cargo por el tiempo que tuviera a bien de serlo, derogándose la disposición que se había tomado sobre su duración en el mismo (recordemos que 14 años antes se habían acordado una serie de disposiciones relativas al funcionamiento de la hermandad). Además, se acordó fijar la cuota de los diputados en 100 reales en lugar de los 60 que venían pagándose, lo que se dispuso por estar empeñada la hermandad. Dos años después se decide que los hermanos que quisieren llevar cirio en la procesión costeasen los codales por sí, careciendo la hermandad de fondos para costearlos. Pero la situación no debió mejorar mucho porque tres años después (1877) se decreta que los hermanos de luz o que costean su cirio, tendrán derecho en su entierro a que se les enciendan 12 cirios de la hermandad, algo a lo que hasta entonces solo tenían derecho el hermano mayor y los diputados.
Pero los tiempos cambian. En la asamblea de abril de 1886 se pone de manifiesto la necesidad de dorar el paso de Ntra. Sra. la Virgen del Carmen y comprar otros candelabros por ser muy desproporcionados los que tenía. Tras la discusión pertinente se decide autorizar al hermano mayor a gastar hasta 4.500 reales de los fondos de la hermandad en dicha reforma. Parte de estos fondos procedían de los beneficios obtenidos por la obligación que la diputación tenía de sembrar todos los años un cahiz de tierra de primera calidad de trigo y hacer de su cuenta todas las labores hasta recolectar los grano, sin que por ello se grave en lo más mínimo los intereses de la hermandad, cuyo producto será una limosna para Nuestra Señora.
Vamos a culminar esta tercera entrega con un lance final. Las hermandades y sus obras, actos, fiestas y celebraciones están sujetas a la realidad y al entono donde se desenvuelven, a una sociedad, a un tiempo y a sus circunstancias, y como parte de este entorno está sujeta a las contingencias y mudanzas que tienen lugar en su seno. Esto explica que durante algunos años no se celebrara la procesión de agosto. Y siempre que eso sucedió fue por motivos poderosos. Es lo que aconteció en 1833 y 1834. Esos años, según se recoge en el “cuaderno de las limosnarias” de la hermandad de la Virgen del Carmen, no hubo función y por consiguiente no se han cobrado luminarias (3), cuyo motivo ha sido el estar tapiadas las bocacalles por donde sale la procesión del convento y las de su regreso al mismo por causa a la enfermedad que se padece llamada cólera- morbo asiático, en Sevilla y otros pueblos de la provincia (4).
Continuará…
(1) AMVA. Leg 699. En 1841 se solicita desde Huelva información sobre el usos de la iglesia del suprimido convento de carmelitas, a lo que se responde que en efecto, la iglesia del suprimido convento de religiosos carmelitas de esta villa se halla abierto y dedicado al culto divino como ayuda de parroquia.
(2) En 1862 se designa como camarista de la Virgen a Dña. Josefa de Salas Zambrano.
(3) Las luminarias eran las limosnas de los hermanos.
(4) La Península Ibérica sufrió la primera pandemia de cólera asiático en 1833. Entró por Portugal y Huelva fue de las primeras afectadas durante los meses de agosto y septiembre de ese año (Fue la primera ciudad andaluza donde se declaró esta enfermedad). Las medidas preventivas para evitar la propagación consistían, fundamentalmente, en disponer barreras en las vías de acceso a las poblaciones, un cordón sanitario para imponer periodos de cuarentena.