
Tras la batalla de Lepanto (1571), el rey Felipe II diseña uno de los proyectos defensivos más ambiciosos que se ponen en marcha en la península en el último cuarto del siglo XVI: una línea de torres que defienda las costas andaluzas de los ataques berberiscos procedentes del Norte de África. Y entre ellas, claro esta, las conocidas torres almenaras de Huelva.
Este programa constructivo fue, sin duda, el más importante desde el punto de vista militar que se emprendió en Andalucía entre el final de un siglo, el XVI, y el comienzo de otro, el XVII.
Si bien el inicio del proyecto se puede establecer con cierta precisión, su finalización, más de 40 años después, no es exacto porque las condiciones establecidas para la culminación del plan nunca llegaron a estar plenamente satisfechas.
Razones para la construcción de torres almenaras en la costa
La victoria de Lepanto, que en gran medida frenó el empuje y el poder naval turco en el Mediterráneo, no significó en fin de los ataques de los piratas berberiscos asentados a lo largo de la costa norteafricana, protegidos y apoyados desde la capital del imperio turco.
Para prevenir estos ataques y poner remedio a las continuas sangrías materiales y humanas que sufrían las costas del sur de España, además del riesgo que eso suponía para la navegación atlántica (la Carrera de Indias), el rey de España, Felipe II aprobó un plan muy ambicioso que tenía como objetivo la defensa de esta parte de nuestro territorio mediante la construcción de una línea de torres almenaras destinadas a la vigilancia y defensa de las costas del sur peninsular, dede Cádiz a la desembocadura del Guadiana.
En el programa constructivo que se diseñó estaban incluidas más de una docena de torres en territorio onubense.
Plan para la construcción de las torres almenaras de Andalucía
El planteamiento era sencillo: construir una serie de torreones que se divisasen unos a otros permitiendo que, mediante el fuego, pudieran comunicarse entre ellos, facilitando así la alerta de la llegada de los enemigos, evitando la sorpresa de los ataques y permitiendo organizar las acciones y respuestas adecuadas.
El proyecto se puso en marcha en 1577 con la visita de un comisionado que, tras valorar la viabilidad de las diferentes construcciones, planificó y ubicó la construcción de cada torre.
Esa “viabilidad” del proyecto hacía necesaria la colaboración de distintos estamentos que financiasen este ambicioso plan, entre ellos los cabildos locales y los los señores jurisdiccionales de las tierras donde se levantarían estas fortificaciones.
Pleitos, retrasos y contratiempos
Y es aquí donde comienzan los problemas. Cabildos, poderes locales y señoriales no comparten esta decisión financiera. Unos por la nueva carga impositiva que para los esqueléticos fondos municipales suponen estas construcciones y los otros porque entienden el proyecto como una inversión que beneficia a todo el reino y, como tal, es la corona la que debe asumir los gastos. A todas estas discrepancias se suman además las polémicas surgidas en torno al establecimiento y número de construcciones en cada territorio.
Entre esos opositores se encontraba el conde de Miranda, señor de estas tierras villalberas junto con las de Palos y la zona costera perteneciente a su jurisdicción.
Lo cierto es que la falta de acuerdos en lo referente a la financiación y mantenimiento de la propuesta real acabó demorando y paralizando el programa constructivo.
Y aquí, como suele ser habitual, comienza una etapa de pleitos que durará años.
Un statu quo que se alarga una década, hasta el nombramiento de un nuevo comisionado que actúa con determinación y en perjuicio de los intereses de estos nobles.
En su nueva propuesta financiera serán estos señores quienes corran con gran parte del gasto de las torres que se han de construir en sus tierras.
Por lo que toca a Huelva, el inevitable acuerdo entre las partes se consigue tras reducir el número de las que le corresponden a su actual territorio. Las 16 proyectadas inicialmente se quedan en 12 y esto permite que las obras se pongan en marcha a partir de 1586.
Un documento real establece que la construcción de las Torres de Morla y de la Arenilla, en término de Palos, correrían a cargo del conde de Miranda (norma aplicable a todas las situadas en los diferentes territorios señoriales).
Aún así, parece que la cosa no acabó de resolverse. Tras este nuevo “repartimiento” de los gastos derivados de su construcción y mantenimiento, los pueblos costeros volvieron a protestar aunque la construcción de las torres continuó lentamente. Ya se puede afirmar que las que corresponden al término de Palos habían comenzado a construirse.
Inconvenientes
No es fácil construir en lugares sujetos a imprevistos de todo tipo y a las inclemencias naturales. Los retrasos en la construcción se van acumulando. Algunas son destruidas por los temporales, otras son atacadas por los piratas y otras arruinadas por los “fraudes” cometidos durante el proceso constructivo (de materiales y de dineros).
Ya sea por una u otra causa, la construcción se ralentiza y los retrasos se acumulan. No será hasta los años 20 de la siguiente centuria (más de 40 años después) cuando se puede considerar que el proyecto ha finalizado (aún con muchas deficiencias).
La última década del siglo XVI
A finales de los 80 los señores territoriales continuaban metidos en pleitos con la Corona para atenuar los gastos derivados de estas grandes obras. Sin embargo, diferentes iniciativas reales a partir del comienzo de esta década le dan un empuje decisivo al proyecto.
Es, con certeza, la etapa en la que se destinan los mayores recursos y se hacen importantes esfuerzos por adelantar y completar el proyecto comenzado unos años antes. Un nuevo comisionado va a impulsar las diferentes construcciones costeras a lo largo de estos años.
A finales de 1590 el rey emite una provisión real sobre la ejecución de las torres de la costa que han de ser costeadas por “los señores de la tierra, entre ellas…
… la torre de Morla que está comenzada a fabricar e la de la punta de la Arenilla que se ha de hacer al fundam[i]ento (desde el principio), las cuales están señaladas en tierra de la dicha villa de Palos, se han de hacer y acabar a costa del dicho conde de Miranda, conforme al remate que dellas está hecho en 10.900 ducados …
Morla y Arenilla
Como hemos visto, en las costas paleñas tenemos la Torre de la Arenilla que al parecer, tras ciertos contratiempos, tiene que ser reconstruida desde sus cimientos a principios de los noventa. Ya en 1596 estaba bastante avanzada y veinte años después se considera de capital importancia para la defensa de la desembocadura del los ríos Tinto y Odiel.
Es esa misma etapa de principios de los noventa (del XVI), la situación no es tampoco muy favorable para la otra torre paleña, la de Morla. Según los documentos de la época…
… la torre de Morla, y sacóla diez varas sobre la superficie de la tierra, y por ser mal situada la dicha torre, estando en esta altura la anegó la mar, se perdió la fábrica y material. Hase de volver a hazer en otro sitio que llaman el Pino las Guardas.
Según el texto anterior, se le tuvo que buscar un nuevo emplazamiento y comenzar la construcción desde el principio. En una descripción de los años veinte del siglo XVII ya aparece como muy buena. Destinada a la vigilancia costera desconocemos en que momento desapareció y en que lugar exacto estuvo enclavada.
Villalba y la construcción de las torres almenaras de Huelva
Construir este tipo de edificaciones no era nada fácil y trabajar bajo la amenaza de ataques piráticos en una zona que frecuentaban los “moros” con mucha libertad lo complicaba aún más. Por otro lado, su localización y su situación ponía en riesgo las construcciones y provocaba el continuo deterioro de las obras.
Para afrontar este tipo de proyectos lo habitual era que la fábrica/construcción de estas torres saliera a pregón (subasta) y se adjudicara al mejor postor, es decir, que se rematase en alguno de los maestros que presentaran su postura (oferta).
En ocasiones, estas “ofertas de trabajo” quedaban desiertas y se asignaban a algún maestro de prestigio.
Y aquí es donde entra Villalba del Alcor. Como parte del territorio del conde de Miranda, junto con Palos, claro está, Villalba se vio inmersa en el proceso constructivo de estas torres almenaras.
Como dijimos anteriormente, la década de los noventa fue una etapa fundamental en el proceso constructivo de estas torres almenaras y así se recoge en algunos documentos relacionados con Villalba del Alcor.
A finales de 1597 Francisco de Santana, vecino de Villlaba, depositario en esos momentos de una importante cantidad de reales que el conde había obtenido del marqués de Alcalá a causa de ciertos pleitos entre ellos, recibe la orden del gobernador de estas villas de entregar, de ese depósito, al mayordomo del conde (vecino de Villalba)…
500 ducados de que hay necesidad para la fábrica de las torres que en la costa se van fabricando por mandado de su majestad y a costa de su señoría del dicho conde …
Casi un año después, a primeros de octubre de 1598, un albañil villalbero, Diego Casado, otorga un poder a cierto personaje cercano a la corte del rey para que en su nombre pida una prórroga para ciertas obras.
En este documento nuestro paisano se presenta…
…como persona a cuyo cargo está la fábrica de las dos torres del Arenilla e Morla que su majestad ha mandado fabricar en término de Palos en la costa de la mar como maestro albañil y persona en quien se remató la fábrica de las dichas dos torres para las hacer en tiempo de dos años…
Es decir, se presenta como maestro de obras responsable de la ejecución de las obras de esta dos torres en el momento de máxima actividad constructiva.
A continuación describe el estado de las obras:
…de las cuales está fabricada la torre del Arenilla … de cuarenta pies. La fábrica de las cuáles puse y se remató en mi, en nombre de su señoría el conde de Miranda y a instancia de su gobernador desta su villa y la de Palos.
Y en la descripción del problema y la petición se explica el estado del otro torreón, el de Morla.
… y por le servir como su vasallo que soy y la puse en confianza la dicha fábrica y por quel tiempo que resta y falta para hacer la dicha fábrica es poco y no competente para tal poder fabricar, por tanto le doy este dicho poder al dicho Francisco de Juara para que, en mi nombre, pueda parecer e parezca ante los señores del Real Consejo de su Majestad, do a mi derecho convenga, e les pedir e suplicar me prorrogue e alarguen en más tiempo que su majestad fuere servido para poder acabar la dicha fábrica, atento a que de parte de su majestad nos ha venido el orden que se ha de tener en la fábrica de la dicha torre de Morla que está por comenzar y sobre ello, en la dicha razón, hacer e haga los autos pedimentos e suplicaciones y los demás diligencias que sea necesario e convenga hasta conseguir lo que se pretendiere de mi parte y de su señoría del dicho conde…
Como vimos anteriormente, se confirma que la torre de Morla está pendiente de construirse a finales del siglo XVI, aunque seguimos sin saber su ubicación. La de la Arenilla está acabada, reconstruida, en esa misma época. Aún quedan unos años por delante para que las dos torres ubicadas en las costas de las tierras del conde de Miranda estén completamente finalizadas y en pleno funcionamiento.
Las torres almenaras de Huelva
Lo más singular de las torres almenaras de Huelva es que mantienen cierta unidad de criterio en su construcción: tienen planta redondeada, están construidas con bloques de piedra irregular, disponen de un pozo de agua interior y su entrada se encuentra elevada varios metros sobre el nivel del suelo.
Su funcionalidad varia según su situación, las hay exclusivamente destinadas a labores de vigilancia y otras que tienen, además, un carácter defensivo (las situadas en la desembocadura de los ríos iban artilladas).
En cualquier caso, lo reseñable en lo que respecta a Villalba del Alcor es que, al menos en una de estas dos torres paleñas, hubo participación villalbera y que la torre que hoy vemos, fue con toda seguridad obra de un maestro albañil villabero.