
Hoy cualquier presentación, acto social, negociación o trato amistoso pasa por mostrar, compartir, ofrecer o facilitar nuestra dirección de correo, perfil de facebook o cuenta en twitter. Son nuestras nuevas señas de identidad, nos definen y detallan quiénes somos y con quién nos relacionamos. Con estas referencias ganamos “amigos”, ampliamos nuestros “contactos” y sumamos seguidores.
Hace más de un siglo, el acto de sumar nuevos “contactos” o consolidar relaciones era el mismo, solo que las herramientas utilizadas para aumentar el círculo de amistades eran las tarjetas de visita, pequeñas fotografías en las que aparecía la imagen del interesado. Un retrato impreso para repartir entre amistades, conocidos y desconocidos, el medio para consolidar e incrementar el prestigio del retratado.

Estamos a mediados del siglo XIX y la fotografía da un nuevo paso con el que consigue popularizarse entre la clase media gracias a la aparición de nuevos procesos técnicos que facilitan la realización de varios retratos en la misma placa (una patente del fotógrafo parisino A. E. Disdéri).

Tan significativo avance tecnológico abarató y difundió el retrato poniendo de moda algo a lo que ya hoy estamos habituados: las tarjetas de visita en formato fotográfico, o lo que es lo mismo, retratos en pequeño formato que se entregaban tal cual hoy cualquiera de nosotros las entregamos o recibimos, como prueba de cordialidad o promoción. En la segunda mitad del XIX también se difunden y comercializan retratos de personajes públicos, se compran, se coleccionan, se atesoran. Una moda, una nueva concepción de las relaciones entre individuos y un nuevo nicho de negocio para los profesionales de la fotografía.
Un retrato entregado a otra persona con la que se establece un vínculo, leve o intenso, o se comparte algún interés personal o profesional. Una manera, acorde con los tiempos, de establecer un entramado de contactos de todo tipo, una red de relaciones. ¿No nos recuerda esta práctica a otras más actuales basadas en el 2.0? Parece que en lo elemental nada ha cambiado: el interés por conocer, relacionarse y establecer vínculos entre individuos es connatural al ser humano, lo que cambia es el ropaje, los instrumentos y el “protocolo” con los que realizamos esta actividad.

Una tendencia que, como cualquier moda, también caducó, o mejor, evolucionó a otras fórmulas, a otros formatos. A fines del siglo XIX los tamaños de los retratos se agrandan y los que fueron pequeñas tarjetas de visita se convierten en verdaderos retratos, más “vistosos”.
Como ejemplos de este artículo hemos querido adjuntar algunos modelos de estas tarjetas de visita y retratos pertenecientes a una colección particular y que están relacionados, de una u otra manera, con Villalba del Alcor.

(1) Juan Trabado Fernández de Landa (alto cargo Administración de Hacienda)
(2) Laureano Trabado Fernández de Landa (Caballero de Santiago)
(3) Francisco Férnandez de Landa (alto funcionario en La Habana)
(4) Salvador Trabado Fernández de Landa (funcionario del Ministerio de Ultramar)