El Corpus que todos conocemos es una fiesta que tiene sus orígenes a mediados del siglo XIII, aunque su configuración como celebración pública no se define hasta el siglo siguiente, cuando se ordena a las parroquias realizar una procesión por la calles para la contemplación y adoración pública de la Sagrada Forma.
A través de la solemne procesión de ese día se deja constancia de la presencia de Cristo en la vida cotidiana, diaria, en cualquier rincón, calle o plaza, recibiendo la adoración del pueblo. Y todas las instituciones y corporaciones, ya fuesen eclesiásticas o civiles, con sus imágenes e insignias participaban en este acontecimiento, tomaban parte en el fastuoso desfile que recorría las calles de villas, pueblos y ciudades.
Ya desde los inicios del siglo XVI asistimos a la proliferación de las hermandades sacramentales que tienen como fin rendir culto a la Eucaristía y un ferviente interés de los fieles y de las agrupaciones por estar lo más próximo al Santísimo Sacramento en el solemne cortejo provocó en muchas ocasiones disputas y rivalidades entre ellas. Una aspiración natural en una sociedad sacralizada que exigía e imponía un riguroso protocolo en las formas, en la organización y en el desarrollo de la procesión. A pesar del rigor de estas medidas, los roces y enfrentamientos eran inevitables. Vamos a centrarnos en un caso en el que intervinieron dos entidades villalberas a finales del siglo XVI.
El famoso Concilio de Trento aconseja «que se celebre la fiesta del Corpus como manifestación del triunfo de la verdad sobre la herejía y para que se confundieran los enemigos del Sacramento viendo el regocijo universal de la iglesia«.
Esta celebración de la festividad del Corpus alcanzó durante los siglos del Barroco su mayor desarrollo artístico y social tanto por los cambios temporales que provoca en el espacio urbano con la instalación de altares, adornos y elementos decorativos de carácter natural, como por la misma condición del desfile en el que participaban todos los grupos sociales e instituciones de la población.
Ese protocolo, que como comentamos es estricto y minucioso, no pudo impedir que se llegase a pleitear sobre determinados derechos de precedencia (primacía, preferencia) de algunas cofradías sobre otras en el cortejo de día tan señalado. Unos pleitos que nos ofrecen datos e información sobre asuntos de diferente índole, como la antigüedad de las hermandades, su influencia social o la propia actividad parroquial.
La documentación (*) que manejamos es, posiblemente, la referencia más antigua que conocemos sobre la celebración de esta festividad en Villalba del Alcor y, por su naturaleza, ofrece datos que permiten establecer otras certezas (1).
Nos remontamos a 1586. Las disputas protocolarias relacionadas con el sitio que cada cofradía debe ocupar en la procesión del Corpus son motivos más que suficientes para que intervenga el arzobispado de Sevilla.
Ese año, el Provisor de la ciudad hace saber a vos el prioste e cofrades de esta cofradía del Nombre de Jesús de la villa de Villalba del Alcor e Francisco Suárez beneficiado de la dicha villa que en el pleito que está pendiente de resolver que pende entre la cofradía de San Bartolomé de la dicha villa y la dicha cofradía del Nombre de Jesús y referido a que siendo la dicha cofradía de San Bartolomé de las más antiguas de la dicha villa, vos los dichos cofrades del Nombre de Jesús y el dicho beneficiado el jueves día del Corpus Christi, saliendo la procesión del Santísimo Sacramento con la solemnidad acostumbrada y estando con sus insignias en el lugar que de tiempo inmemorial habían tenido en semejantes procesiones le habíades quitado de su posesión haciéndoles pasar delante, con sus insignias, de la cofradía del Nombre de Jesús, siendo la más nueva que hay en la dicha villa (2). Una vez hecha las averiguaciones pertinentes el Provisor expone el auto o resolución del pleito entre ambas cofradías y manda que la cofradía de San Bartolomé en las procesiones que se hicieren sea preferida, e sus insignias, a la cofradía e insignias de la cofradía del Nombre de Jesús, las cuales declaro ir delante de las cofradías e insignias de San Bartolomé . Todo se notifica a las partes y parece que la situación se resuelve.
Han pasado tres años, estamos en 1589. El día 30 de mayo el hermano mayor de la cofradía de San Bartolomé envía una carta al nuevo Provisor del Arzobispado de Sevilla en la que dice que habiendo pretensiones por lo hermanos y cofrades desta cofradía y los de la cofradía del Santo Nombre de Jesús y de Nuestra Señora de la Soledad de la dicha villa y munchas reyiertas sobre cual de las dichas cofradías y sus insignias habían de ir adelante o atrás. Parece que resurge el problema derivado del interés por situarse lo más cerca del Santísimo y que sigue generando ciertas discordias entre las diferentes hermandades. Una situación que además se complica cuando el propio poder eclesiástico, responsable de administrar la correcta aplicación del protocolo, genera y acrecienta la problemática: poniéndose clérigos y legos, unos a favorecer la cofradía y hermandad que les parescía y otros a otras.
Es entonces cuando el autor de la misiva recuerda el mandato decretado unos años antes en el que el antecesor de VM, habiendo visto los autos que se hicieron y culminaron ambas, las dos dichas cofradías, de Nombre de Jesús y de San Bartolomé, pronunció un auto por el cual mandó que la dicha cofradía de San Bartolomé en las prosisiones que se hiciesen fuese preferida la dicha cofradía de San Bartolomé a la del Nombre de Jesús, yendo primero con sus insignias y después y a la postre la de San Bartolomé, así por su antigüedad por ser como es patrón de la dicha villa y su advocación es de la iglesia mayor della (3) y ansí se ha guardado en el dicho año de ochenta y seis y desde siete luego subsesivo y sin contradicción alguna por la dicha cofradía del Nombre de Jesús. Pero las cosas han cambiado de nuevo y vemos que el ambiente no es especialmente apacible en lo referente a la fiesta y la tensión puede derivar en complicaciones de cierta gravedad, por este motivo, se expone que los hermanos y cofrades de San Bartolomé no consintiendo ni quererse ir a otro lugar más de el que ha sido siempre costumbre que es más antigua que otra alguna e por evitar escándalos, pasiones y muertes que pudieran suceder pusieron la insignia del bienaventurarado San Bartolomé en su lugar y ermita y no salieron en la procesión, reclamando el lugar que les corresponde cerca de la imagen de Nuestra Señora (4) que va cerca de la custodia.
Ante esta situación, el Provisor General de la diócesis, Bernardino Rodríguez, confirma que la dicha cofradía de San Bartolomé, en las procesiones que se hicieren, sea preferida, e sus insignias, a la cofradía del Dulce Nombre de Jesús y sus insignias. E declaro ir delante de la cofradía e insignias de la de San Bartolomé. E me pidieron mandase guardar e cumplir el dicho auto como en él se contiene, e por mi visto mande dar yo el presente para vos los dichos beneficiados curas, clérigos y capellanes, hermanos y cofrades de la dicha cofradía de San Bartolomé y para todas las demás desa dicha villa por cuyo tenor en virtud de santa obediencia so pena de excomunión mayor. Una resolución para que todas las partes involucradas guardéis y cumpláis y hágase guardar y cumplir en todo y por todo como en él se contiene.
Finalmente, el escribano público de Villaba se encarga de notificarla a las partes que acabarían… ¿acatando tan explícito mandato?
(*) APVA. Fondo JIG. Papeles Varios.
(1) Ya se hizo referencia a este tema en un artículo, Apuntes de Historia, publicado en el Boletín nº1 de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de Villalba del Alcor.
(2) Esta afirmación nos indica que la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús es la más reciente de las penitenciales y constituida, al menos, unos años antes porque de otra forma no se entendería que suplantara a otra mucho más antigua.
(3) No hay dudas de que San Bartolomé es el patrón de la villa de Villalba del Alcor.
(4) Desconocemos de que imagen se trata.