Hay dos cuestiones que llevo viendo y leyendo estos días y que curiosamente coinciden con la visión que tenemos de uno de los hechos más relevantes de la historia humana: El Descubrimiento de América.
Por un lado la mayor o menor trascendencia que se le sigue dando a quien fue el primer explorador, marino, o aventurero que puso pie en América, y por otro el cómo nombrar este hecho histórico.
Ambas cuestiones están inexorablemente ligadas a ese carácter, tan nuestro, de poner en duda, infravalorar y, finalmente, desprestigiar todas y cada una de nuestras aportaciones, logros y hazañas a lo largo de la historia. Ni todo fue bueno, ni todo resultó tan pernicioso como muchas veces nos quieren hacer creer. Fuimos lo que fuimos: hijos de un tiempo y de una época. Bien está reconocer en lo que nos equivocamos o lo que hicimos mal, pero justo es reconocer, también, todo lo que nos hizo grandes.
¿Exploradores, descubridores o conquistadores?
Sobre la primera cuestión, la de quién tuvo el privilegio de ser el primero en llegar a las costas americanas, hay mucha literatura, leyendas y falsedades. Desde las fabulosas expediciones egipcias, a la ya conocida llegada de los vikingos a las tierras del norte continental, pasando por las falsificaciones de objetos, o la no menos atractiva teoría del piloto desconocido, ese tal Alonso Sánchez de Huelva que nos hace imaginar secretos y maldades de unos y otros.
Es casi indiscutible que antes de que Colón pusiera pie en América, se intuía o se sabía que al otro lado del mar había tierras desconocidas, que posiblemente hubo quien llegó a esa tierras arrastrado por las corrientes, o por propia iniciativa. Pero estas cuestiones no pasan de ahí, no dejan de ser meras anécdotas que pueden llenar páginas de libros y horas de televisión. La única certeza que podemos tener es que fue Cristóbal Colón el verdadero descubridor de estas tierras.
Y esta afirmación entronca con la segunda cuestión.
La conmemoración del 525 aniversario del descubrimiento de América se ha convertido, según la Diputación de Huelva, en la celebración del “Encuentro entre dos mundos”. El concepto “Descubrimiento de América” les debe parecer carca, escasamente progre o políticamente incorrecto. No dejan de tener razón, pero solo en parte.
Encuentro frente a descubrimiento
Creo que puede ser interesante comenzar por definir ambos conceptos.
Encuentro es el acto de coincidir en un punto, el acto de encontrarse dos o más personas. Una entrevista entre dos o más personas con el fin de resolver o preparar algún asunto. También significa dar con algo o alguien sin buscarlo.
Supongo que quien decide llamar a este hecho trascendental de la historia universal encuentro lo hace acogiéndose a esta última acepción, argumentando que Colón dio con esta tierra sin buscarla. Pudiera ser, pero esto es solo una parte del hecho, una cuestión que, al fin y al cabo, es secundaria una vez se confirma el hecho en sí.
Descubrimiento es la acción y efecto de descubrir, de manifestar, de hacer patente, destapar lo que está tapado cubierto. Venir en conocimiento de algo que se ignora o estaba escondido.
Y en este caso no se puede ajustar mejor el término a la acción.
Descubrir es desvelar, dar a conocer, mostrar algo a los demás. El hecho descubridor tiene unas consecuencias para la parte descubierta y para la parte descubridora, para uno y otro mundo, para su espacio vital, para su forma de vida, para la manera de interpretar el mundo, para sus concepciones mentales y espirituales.
Descubrir es un acto de la voluntad humana, hay intención y por tanto consecuencias. Parte del afán por conocer algo nuevo, por incorporar conocimiento y saber.
Y eso fue lo que hicieron estos navegantes y marinos con Colón a la cabeza.
La llegada de los vikingos a América es una pura anécdota, un hecho que no tuvo trascendencia, no tuvo consecuencias ni para el espacio americano ni para los mismos vikingos, no digamos para el resto del mundo “occidental”.
«Hay personas de liviano pensar para las cuales “descubrir” y “encontrar” es la misma cosa o representan el mismo hecho, cuando, semánticamente, en idioma español, son cosas totalmente distintas».
Una nueva concepción del mundo
Colón, sus viajes, adquieren trascendencia desde el momento en que su espacio y el de los otros son asumidos como algo nuevo y sus diferentes concepciones del mundo sufren un shock, tienen que reinterpretarse los fundamentos que durante siglos habían regido las relaciones humanas. Para unos y para otros. Una nueva concepción del mundo y de quienes habitan en él.
Ambos continentes van a sufrir una transformación que dará origen a la realidad que hoy es América y Europa. De esto es de lo que hablamos cuando decimos descubrimiento.
Colón descubre no sólo porque llega, descubre porque desvela, porque da a conocer públicamente su hallazgo y ese mismo acto “publicitario” obliga a sus contemporáneos a replantearse su interpretación del orbe. Esa es su gran aportación y lo es a pesar de no tener una conciencia inmediata de este hecho.
Restar o redimir los méritos de una gesta así nos remonta a quienes ya en su tiempo, sus propios coetáneos, en vida del navegante, quisieron recortar sus mérito, sus logros.
Un descubrimiento relevante para la historia universal
Hay otro aspecto que veo interesante destacar. El descubrimiento, que no encuentro como algo casual o concertado previamente por las partes, no fue la inspiración momentánea de un lunático. Se trata de la culminación de un proceso de transformación del mundo (occidental) que tiene en Colón y América su punto de inflexión.
La gesta merece que la califiquemos como lo que fue: el el descubrimiento de un nuevo mundo para una sociedad que estaba en proceso de apertura, que necesitaba nuevos desafíos en su nueva etapa de desarrollo humano.
El hecho de poner pie en América en 1492 se convierte en trascendental para la historia del mundo porque es en sí un hecho relevante.
Y ya puestos, ¿por qué no llamarlo desencuentro? Porque lo que hubo fue un desencuentro en toda regla, no fue amistoso, no fue equilibrado, ni prevaleció en buen rollito, no fue un encuentro para tomar café y compartir ideas y experiencias. Quienes llegaron allí en esos primeros años eran conquistadores y ejercieron el papel que les correspondía en el momento en el que vivían.
Siguiendo esa línea de pensamiento, acabaremos por llamar al imperio español “un espacio de multiculturalidad gestionado por una administración central totalitaria”. Mejor no entrar en este tipo de debates y valoraciones.
Y si lo que se quería era ser original creo que la propuesta no se puede considerar un acierto. Celebrar este aniversario como “Encuentro entre dos mundos” no es nada original. Desde el año 2000, por ejemplo, Chile celebra cada 12 de octubre el día del “Encuentro entre dos mundos”.