Cuando en una sociedad y en una coyuntura como la nuestra aún nos preguntamos y nos preocupamos por cuestiones relacionadas con la vida personal, usos y costumbres de nuestros vecinos, cuando seguimos pensando que el engaño o la falsedad son la mejor manera de asegurarnos el futuro, es que la situación comienza a ser preocupante.
Ese mundo sustentado en lo que podemos llamar “la caridad del pechero” debe convertirse de manera inmediata en un formato de vida superado, abandonado, casi olvidado. La realidad será muy dura con quienes crean en el inmovilismo de su estado vegetativo.
Nuestra apuesta para afrontar el futuro debe pasar por la asimilación de conceptos que bien pudiéramos importar de la nueva realidad virtual. Hoy día cualquier proyecto, cualquier iniciativa con planes de proyección, de crecimiento, debe pasar por su incorporación y adecuación a las redes sociales, algo que no se limita el tuenti o al email tradicional. Integrarse en esta nueva realidad social requiere un aporte de VALOR, de interés; ya no vale con vender un producto, hay que compartir, que ofrecer, aquello que puede interesar al resto de la comunidad sin buscar un interés inmediato o patente: me interesa porque me aporta algo. Así se crea una REPUTACIÓN que es la que atraerá a los potenciales clientes. Es lo que se llama marketing social.
No estaría mal que la futura jerarquía gobernante de este pueblo aplicara algunos de estos conceptos al diseño de un plan integral de desarrollo para nuestro municipio.
El valor de las cosas es algo palpable. Y en mi caso lo he comprobado en muchas ocasiones. Es curiosa la respuesta de aquellos a quienes por alguna razón le descubres tu lugar de nacimiento; la respuesta suele ser siempre coincidente: “buena gastronomía”. La reputación de nuestro pueblo por las nubes y por tanto la visión positiva de un detalle insignificante permite un cierto grado de complicidad y confianza. ¿Se puede pedir más para un producto? (y Villalba lo es). Esa ha sido la aportación de “valor” de un grupo de personas que en su momento apostaron por un proyecto de futuro. Un “valor” y una “reputación” que debemos mantener y potenciar, aprovechando las virtudes que ofrece esta comunidad.
Y cuando hablo de reputación, hablo de trabajo, de esfuerzo, de constancia como la que avala la concesión de la medalla de la ciudad de Sevilla a uno de los hijos de este pueblo. Juan Robles recibirá este galardón próximamente por ser un referente internacional de la ciudad en el mundo. Pero su nombre va ligado al de Villalba. ¿Por qué no aprovechar esa experiencia y aprender del ejemplo que nos aporta gente así?